«La base de la sociedad
debe ser la poesía». (Walt Whitman)

«Creo que si alguna vez me comuniqué
con Dios, con las fuerzas misteriosas
que gobiernan a Dios y las cosas,
el encuentro realizó a través
de la música». (Gina Lagorio)

A veces las melodías internas, los silencios líricos reflexivos, son más elocuentes que las más delicadas y vibrantes armonías de los grandes maestros de la música. Y los intervalos entre palabras pueden tener una eficacia semántica de símbolos, metáforas, alegorías, cuanto poéticamente exprese.
La poesía de Sergio Cecchetti es como un juego encantado de ficción que acoge en palabras e imágenes los sueños, a veces irreprimibles que se componen y desarrollan en sucesión libre, en el diseño compuesto de la memoria, donde las meditaciones cósmicas, las transfiguraciones se alternan sometidas preguntas sobre la existencia, sobre el surgimiento de la vida y su disolución, consumada con el espíritu sutil y refinado de aquellos que buscan un descenso místico, en los caminos fragmentarios de la introspección, repleto de contenido humano y de graciosas imágenes llenas de auroras y puestas de sol, del crepúsculo impregnado de luz y amaneceres deslumbrantes de colores violáceos. En los versos de Cecchetti hay como una fusión, a veces irónica, de lirismo e intelectualismo, una sucesión incesante, de interpolaciones culturales, de reflexiones mitológicas y cristianas sobre las que se construyen y trazan la trama y la urdimbre, el itinerario general y los pasajes de su discurso lírico, de su propuesta poética en la que se difunden ecos y referencias de cada época y latitud: la acción y el sueño, la vida del presente y la historia, la mitología en una dialéctica fascinante de técnicas y significados.
Sin embargo, la perspectiva de Cecchetti deriva, o más bien germina, como una planta de floración prolongada, de una vocación actual por el realismo, cuidadoso de comprender todos los aspectos, incluso los aparentemente más secundarios y superfluos, de lo real que normalmente no genera poesía y la registrara con escrupulosa atención, más allá de los horizontes, que ahora están dilatados por la tradición verista-naturalista: la presentación del periódico en su aspecto fenomenal y funcional para la comprensión de los mecanismos desarticulados del ego, de la conciencia pensante, interioridad, visiones oníricas, reflexiones éticas, ahora castas, ahora protagonistas que surgen de un encuentro, de un diálogo místico con la naturaleza, en sus expansiones más difusas, en sus destellos de suntuosa belleza y en los delicados contrapuntos de sus voces más apagadas y exteriores suaves. Sergio Cecchetti, el secreto romántico del verso, su poder órfico, la relación panteísta con la vida de los seres de las cosas, con la común madre fuente de sensaciones e imágenes, el templo donde se celebran todos los ritos de inspiración perenne inspiración poética; ha recogido los mensajes incluso los más crípticos y metafísicos, hizo el dictado suyo, su más categórico imperativo. El poeta tiene la misión de liberar la verdadera y auténtica sustancia primordial de las cosas de lo efímero, de lo transitorio, de lo contingente, de la temporalidad, y entregarla a la historia, los sentimientos, las ideas, los valores esenciales, los símbolos que siempre oprimen, iconográficamente, la dimensión de la eternidad en ellos contenidos, comunican su sabor y perfume: en los versos de Cecchetti cada brizna de hierba vibra con sensaciones, de sueños, de estados de ánimo, el cálido viento de la tarde trae olores de espiritualidad generalizada, de religiosidad pagana, de pánico y franciscana; las piedras, las colinas, los valles de su tierra poseen los colores de un generoso universo interior. Y las fuentes de las aguas vírgenes son la esencia mágica e incontaminada de la vida: el agua, su surgimiento de la tierra, su flujo murmurante. Es ella, una metáfora de la existencia casi personificada del existir, porque todas las sensaciones de placer del dolor, de alegría desenfrenada, de profunda melancolía son los efectos de un anárquico fluir, de aquel líquido primordial y placentario que tenemos dentro de nosotros, desde nuestra concepción. Es de allí los sueños que, solos, y el despertar son el flujo y reflujo, la fluctuación perenne de ese estado de ánimo vital. Y a partir de ahí los sueños que, solos, a veces escapan de los itinerarios laberínticos de la conciencia, la aparición de pensamientos dominantes, su lentitud se desvanece. Agua pagana, órfica en sus efectos sobre la psique, dionisíaca en su atrevida metamorfosis, pero también hermana franciscana, que fluye límpida y purificadora, en sinestesia natural y afectiva, que lleva al poeta a componer imágenes y formas de polysense, abiertas cuando el poeta se propone, y en la interposición del lector en una sugerente transposición de formas de vivir y de sentir y en referencias concretas, materiales capaces de evocarlos. Es entonces el triunfo, la exuberancia primaveral, brillante sol de metáforas que interrumpen la estructura, de logos poéticos en esos momentos de lirismo paródico que los neurólogos llaman alteración cualitativa del lenguaje. Se entiende la alteración poética. La verdadera poesía, por lo tanto, a veces primordial, de las connotaciones multifacéticas como la verdadera poesía debe ser porque la creación infantil del alma purificada de costras de las noticias y la historia: homérica, evocadora, misteriosa, ilógica, con propósito de Ethos y de mensajes también abiertas, a un diálogo sublimar, dudoso, metafísico con el interlocutor. Y entonces, esta colección de versos, aunque si se mueve dentro de diferentes firmamentos culturales, puede ser una obra unitaria, una parábola completa, de un alma temblorosa, viva y original, incluso si su unidad no se realiza en un plano narrativo riguroso, o temático o formal, sino más bien de la analogía con las composiciones musicales. Es música de sensaciones, estructurada a la manera de poemas sinfónicos: largas ondas de sonidos, intercaladas con suspensiones y silencios. Si, poesía de sensaciones, de mágica alquimia naturalista alimentada por lecturas y experiencias razonadas, vividas también en lugares distantes, pero siempre interiorizada con el espíritu del viajero, no solo para viajar, sino por haber viajado, para alimentar la propia conciencia, la propia anima de sentimientos antiguos y nuevos, su estética de diversas, originales y atrevidas figuraciones, su sueño musical de sonidos particulares, nunca escuchados pero siempre armoniosos, porque Sergio Cecchetti lo sabe:

la música más bella es la que nace del corazón,
entrándote dentro te hace soñar,
vibrar con ritmos y armonías te hace bailar,
medita junto a un noble sentimiento
sagrado, aquel encerrado en un anciano que se ríe,
en el aliento de un niño mientras duerme,
en una rosa que se huele,
en un dolor que se perdona,
en un amanecer que nunca
se desvanece, escondido entre los labios de dos personas que se besan…

Ferdinando Bianchi